Cuando escuchamos hablar de un masaje, se podría venir a la mente una idea de un sinónimo de relajación o bienestar. El masaje es una de las aplicaciones curativas más antiguas y naturales de la historia de la humanidad. Los primeros registros encontrados donde se hace referencia a técnicas manuales datan desde 2700 años A.C. en poblaciones como India, China y Egipto, donde utilizaban las técnicas de «frotación y fricción« como medio de curación de enfermedades, picaduras de serpiente e incluso eliminar cansancio y curar lesiones(1)(2), hasta llegar a la actualidad donde existen infinidad de técnicas manuales que ahora incluyen la utilización de diversas herramientas tecnológicas (y otras no tan tecnológicas) donde existen afirmaciones en tratamientos como: 

  • Relajar músculos
  • Eliminar el dolor
  • Aumentar la circulación para eliminar ácido láctico
  • Liberar la fascia
  • Ayudar a tener mejor calidad del sueño
  • Reducir el estrés

Algunas de estas afirmaciones son mitos que han sido perpetuados por generaciones, aunque no todos son incorrectos, puede que se tenga una idea errada de lo que realmente sucede, ya tenemos la imagen que al dar un masaje estamos presionando músculos y sus fibras musculares para que se «suelten». Pero ¿Qué sucede en nuestro cuerpo realmente?

«La piel es la superficie del cerebro» 

Como fisioterapeutas lo primero que pensamos es en músculos, articulaciones, ligamentos, tendones, fascia… y nos olvidamos de la parte esencial de todo lo anterior: La Piel. 

Aproximadamente por cada centímetro cuadrado de piel existen 1000 terminaciones nerviosas, las cuales responden a temperatura, presión, estiramiento, vibración, toque ligero, irritantes, etc. El cerebro y el sistema nervioso nunca duermen, nunca se toman un descanso, de hecho utilizan el 20% de nuestra energía. (3) 

Durante un masaje, el contacto es directamente manos y piel. Cuando esto sucede estas terminaciones nerviosas entran en alerta, respondiendo a nuestra presión, deslizamiento, calor o frío. En todo momento esas terminaciones sensoriales cutáneas envían decenas de miles de impulsos al cerebro, informando al cerebro lo que está sucediendo. A su vez, el cerebro responde y crea cambios, crea sensaciones agradables que experimentamos, regulando nuestra respiración, lo que permite relajarnos y pasamos del sistema nervioso simpático (de huida) al parasimpático (de descansar). (4) Cuando el cerebro crea todas estas sensaciones que disfrutamos, el sistema nervioso baja el dolor y nos libra la sensación de tensión. 

El sistema nervioso como actor principal 

Al saber esto, nos damos cuenta que no es nuestra presión sobre los tejidos lo que los hace cambiar de estado, sino el sistema nervioso haciendo su trabajo. No se puede obligar al cuerpo a relajarse; no podemos intimidar al sistema nervioso para que baje el volumen de dolor. De hecho, lo único que podemos hacer es establecer condiciones adecuadas, persuadirlo, convencerlo, pero no podemos cambiar ninguna estructura. El cambio sucede desde el cerebro.

El masaje puede proporcionar a las personas una experiencia sensorial agradable y novedosa, que podría ser un mecanismo importante para el alivio del dolor y otros beneficios terapéuticos. Si el masaje funciona, se debe principalmente a la neurología del tacto, a diferencia de lo que solíamos pensar, cambio en la estructura del tejido. (5)(6)

Hay muchas cosas que aún no se sabe con exactitud en lo que sucede realmente a nivel fisiológico durante un masaje, ya que existe infinidad de factores no específicos a descartar, y la investigación en esta área aún es escasa. Lo que sí podemos decir con confianza es que el masaje estimula las terminaciones nerviosas de la piel, y en última instancia, es el cerebro el que crea los cambios. 

Desde ahí podemos buscar y trabajar para el bien común que es: BIENESTAR.

 

Referencia

About the Author: Sonia Nuñez
Fisioterapeuta guayaquileña apasionada por el movimiento, con experiencia en el deporte formativo y alto rendimiento.

Leave A Comment